Haga a un lado su cordel de medir....
- Romeo Guevara
- 15 may 2024
- 10 Min. de lectura
Todos debemos estar convencidos que Dios tiene un propósito específico, un sueño para cada uno de nosotros. A veces ese sueño puede ser algo tan increíble que simplemente no sabemos o no creemos que pueda suceder. Y es que cuando Dios nos comisiones grandes inmediatamente tenemos la tendencia a sacar las limitaciones del porqué no podemos cumplir lo que nos está mandando a realizar. Esto es lo que yo llamo la mentalidad de vara de medir. Déjeme ilustrarle a lo que me refiero.
Me he dado cuenta de que siempre que uno se encuentra en el proceso de la visión o sueño de Dios en la vida uno pone limitaciones. Por favor ¡no ponga límites a lo que Dios puede hacer! Él es infinito y así son las posibilidades para los sueños que Él da a las personas. Repito, el problema es que tenemos una fuerte tendencia a ponerle límites a Él, en especial cuando se trata de nuestros sueños y visiones para nuestras vidas. Creemos que nosotros somos la autoridad final sobre nuestras vidas y que sabemos lo que es mejor y lo que es realista. Tenga cuidado de no terminar tratando de enfrentarse a Dios porque cree que usted sabe lo que hace. Dios mismo no quiere que usted siga midiéndose a usted o sus circunstancias según su idea de la realidad. ¿Cómo sé yo eso? Porque Él puso en la Biblia lo que piensa sobre “medir”
Deténgase por un momento en este pasaje : “Alcé después mis ojos y miré, y he aquí un varón que tenía en su mano un cordel de medir . . . Y he aquí, salía aquel ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro” (Zacarías 2:1, 3).
Vea el cuadro en su mente. Había un joven que tomó un cordel de medir porque iba a intentar medir lo que Dios estaba haciendo en la ciudad de Jerusalén. Dios se molestó por eso. Se molestó lo bastante para enviar a un ángel del cielo para detenerlo. Y cuando el ángel le dijo al joven: “Hijo, ¿qué haces?”, y el hombre dijo que iba a medir la anchura y la altura de Jerusalén para ver lo que Dios estaba haciendo en la tierra, el ángel le respondió: “Haz a un lado tu cordel de medir, hijos, porque cualquier cosa en la que Dios participe es inmensurable”. Dios no quería que nadie pusiera límites a lo que Él podía hacer o haría. Luego en el vrs. “Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella” Observe que Dios dice que en lugar de ponerse a medir cosas materiales se den cuenta que el no es medible, pues es “muro de fuego”. Es una tontería querer medir la obra de Dios. Y además muy peligroso. Porque Dios sabía que en cuanto la gente comenzase a medir la ciudad, definirían las fronteras; tenderían a poner cercas, y meterían a Dios dentro de ellas. Sus medidas harían una afirmación sobre lo que ellos creían que era lo que Dios podía hacer.
En el contexto sobre encontrar y seguir la visión de Dios para su vida, esta idea de cordeles de medir tiene mucha aplicación, porque, en lugar de creer que podemos lograr lo que Dios nos encomienda (aunque parezca imposible), ponemos límites a todo. En teoría, puede que creamos que Dios puede hacer lo imposible, pero en la práctica, establecemos fronteras. Dios dice: “Voy a usarte”, y su primera respuesta es: “Pero provengo del lado malo de la ciudad; no tengo educación formal. Mi papá abandonó a mi familia cuando yo era niño. Tengo muchas desventajas . . . ”. ¿No cree que su respuesta debería parecerse más a la respuesta de María? El ángel le dijo que ella se quedaría embarazada aunque era virgen y que llevaría en su vientre al Hijo de Dios. Ella quedó anonadada, pero no objetó a esa palabra. Su respuesta fue: “¿Cómo será esto?... He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:34, 38). Ningún si . . . , y, o pero. Ella no puso ningún límite a su ilimitado Dios.
Es como si tuviéramos un “espíritu fariseo” en nosotros. Digo eso porque, en tiempos de Jesús, los fariseos eran los “medidores” profesionales. Dios quizá le diga: “He ungido a tu hijo para que me sirva de una manera especial”. Pero de inmediato agarra usted su cordel de medir, lo aplica a su hijo, y lee las marcas en él. No tiene las marcas en centímetros; por el contrario, las marcas dicen: “trastorno de aprendizaje”, “material no universitario”, y “no interesado en Dios”. Por tanto, lo medimos y lo hallamos deficiente: según nuestra estimación. Como resultado, desechamos la palabra del Señor sin siquiera pensar en ella realmente. Al espíritu de fariseo le gusta ir por iglesias; le gusta sacar el cordel religioso de medir y andar midiendo a las personas, diciendo: “Vaya, vaya . . . esas son ropas muy bonitas; pero tú solías ser drogadicto, ¿no es cierto? Tienes un pasado, ¿verdad? He oído que estás divorciado. Yo no esperaría mucho de ti”.
Sé que usted ha hecho ese tipo de cosas, porque yo mismo las he hecho. Todos las hemos hecho, y a todos nos han hecho eso, a veces hasta en el nombre de la “humildad”. Cuando el ángel vino a Gedeón y dijo: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6:12), Gedeón tenía su cordel de medir listo para usarlo con esa afirmación. Su respuesta fue prácticamente instantánea: “Yo soy el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15). ¿Y qué? ¿Cómo es relevante eso? Cuando Dios le llama a hacer algo, y especialmente cuando Él envía a su emisario angélico personal, no creo que Él necesite consultar antes con la familia de usted. No importaba ni una pizca cuál fuera el estatus de la familia o el clan de Gedeón. Si el ángel de Dios acababa de llegar a la era para hacer un anuncio, era momento de que Gedeón dijese: “Bien entonces, solamente muéstrame lo que quieres que haga”.
El único concepto de medida que usted necesita es uno de la capacidad infinita de Dios. El llamado de Dios desbancará a todo lo demás en su vida. Él es inmensurable, y también lo es todo lo que Él hace. Algunos hemos mirado nuestras facturas recientemente. Quizá lo hizo usted otra vez anoche; y luego vio su sueldo, y se percató que no es suficiente para pagarlas. Ahí salió su viejo cordel de medir, y dijo usted, como los discípulos dijeron antes de que el Señor multiplicara unos cuantos panes y peces para alimentar a más de cinco mil personas: “¿Qué son éstos entre tantos?” (Juan 6:9). Uno de los discípulos llegó a decir: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco” (ver Marcos 6:37; Juan 6:7). Su versión es: “Mira, ¿qué es un ingreso tan bajo con tantas facturas? Aunque tuviera dos empleos, no sería suficiente”. Esa es una mentalidad de cinta de medir en acción. Sobre su limitada versión de las posibilidades, tenemos a Dios, y Él tiene una “mentalidad de máximo”.
Necesita usted dejar de aplicar su mentalidad de mínimo con su Dios de máximo; tiene que dejar de medir su capacidad de ganar según lo que ganó el año pasado o según sus anteriores logros en el mundo del trabajo. Eso solamente pone un límite a lo que Dios puede hacer. Él es un Dios de abundancia y de aumento. Con Él, si solamente le entregamos lo que tenemos y se lo confiamos, y comenzamos a obedecerlo cuando Él nos dice qué hacer, comenzaremos a ver aumento. Líbrese de esa cinta de medir. Véndala en eBay, o algo así. ¡Sáquela de su casa! No se mida a usted mismo descartando un milagro No se deje ser influenciado por las personas que le rodean y que dicen: “Dios podría ser lo bastante fuerte para hacer cualquier cosa, pero no creo que Él haga ese tipo de cosas hoy día. Él solía sanar; solía liberar; solía proveer de modo sobrenatural; solía llamar a personas. Pero no se quede sin aliento en la actualidad, pues está un poco anticuado creer que Él hará cosas como esas”.
No ponga obstáculos a que lo sobrenatural suceda en su vida. No sea como los israelitas, que deberían haber sido más inteligentes porque habían experimentado muchos milagros, pero dijeron: “¿Podrá poner Dios mesa en el desierto?” (Salmo 78:19). Claro, ellos no tenían ningún alimento a la vista; allí en el desierto no tenían restaurantes, ni siquiera comida rápida; ninguna tienda de comida preparada durante kilómetros y kilómetros. Y estaban genuinamente preocupados por morirse de hambre; pero eso no debería haberles hecho llegar a la conclusión de que Dios estaba demasiado limitado para ayudarlos. Dios puedo proveer para ellos, y lo hizo. Él era mayor que la hambruna y la sed entonces, y lo sigue siendo hoy día. O si lo lleva a la época de Jesús, veamos a las personas que vivían en Nazaret, la ciudad de Jesús. Los Evangelios nos dicen que, cuando Jesús llegó a su ciudad natal, no pudo hacer progresos contra los “cordeles de medir” de los ciudadanos: Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. —MATEO 13:54-58
La gente de la ciudad solamente miró la evidencia. ¿Acaso no habían crecido sus hijos junto con Jesús cuando Él era un niño? ¿No era Él aquel cuya madre, María, se quedó embarazada de Él antes de casarse? No solamente Él era ilegítimo, sino que ahora iba por ahí comiendo con pecadores y borrachos. Él tenía un grupo de polvorientas personas que le seguían, incluyendo a algunas prostitutas. Obviamente, Él era solamente un nazareno normal y corriente, a excepción de ser un poco peculiar. Y aquellas personas se convencieron para no recibir sus milagros —milagros que realmente necesitaban— sin siquiera intentarlo. ¿Qué hizo Jesús? Simplemente se fue a la siguiente ciudad, y luego a la siguiente. En todos los demás lugares donde fue, la Biblia dice que Él sanó a todos (ver, por ejemplo, Mateo 4:24; 12:15; Lucas 4:40; 6:19).
Claramente, la poca fe que encontró en Nazaret tuvo algo que ver con el bajo nivel de milagros que hubo allí. Los cordeles de medir de la gente disminuyeron su fe hasta el punto de que ya no ser lo bastante grande.
Otro pasaje interesante en donde podemos encontrar otro “cordel de medir” está en el libro de Ezequiel, dice: En el año veinticinco de nuestro cautiverio, al principio del año, a los diez días del mes, a los catorce años después que la ciudad fue conquistada, en aquel mismo día vino sobre mí la mano de Jehová, y me llevó allá. En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad, hacia la parte sur. Me llevó allí, y he aquí un varón, cuyo aspecto era como aspecto de bronce; y tenía un cordel de lino en su mano, y una caña de medir; y él estaba a la puerta. —EZEQUIEL 40:1-3.
El hombre (o ángel) llevó a Ezequiel a hacer un tour completo del templo y sus atrios, midiendo todo lo que estaba a la vista con su caña de medir. Entonces, cuando llegaron a la puerta oriental, donde el agua fluía desde el templo, se metieron en ella, y el hombre comenzó a medir la profundidad del agua: Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. —EZEQUIEL 47:3-5
Observe que, mientras siguieron midiendo, solamente pudieron meterse hasta el tobillo, hasta la rodilla y hasta la cintura. Después de haberse metido hasta la cintura, había demasiada profundidad para caminar; era un río. No pudieron medir el río, pues era profundo y ancho, y sus riberas eran exuberantes con árboles frutales. Ese río era ilimitado, lleno de vida y de bendición. Ese es un cuadro de nuestra vida en el Señor: ilimitada en bendición, inmensurable. Si pone usted a un lado sus cordeles y varas de medir y simplemente deja que el Hijo de Dios le muestre dónde quiere que usted vaya, pronto olvidará las fronteras y los límites.
El potencial de su sueño es tremendo. Si acepta usted su propio campo de juego asignado, nadie puede poner límite a su éxito. Dios es quien decide cuán “exitoso” será usted, porque no importa quién plante, o siembre, o cuide el terreno, es Dios quien da el crecimiento (1 Corintios 3:7). No puede usted hacer crecer su propia semilla más de lo que puede hacer que el sol brille. Su vida está en las manos de Él.
Cuando haya tenido crecimiento en su vida, podrá reconocer que no fue su genialidad lo que lo logró. Fue obra de Dios. Él podría haberle dejado en su campo como un sembrador. Toda su vida podría usted haber estado sembrando y resembrando la semilla; pero Él dio el crecimiento, y ahora puede usted ver el cuadro completo. Deje que su sueño viva, ¡y déjelo fluir! Usted puede fluir junto con él. Dios quiere que agarre su sueño a fin de que, al final de su vida en la tierra, pueda decir con el apóstol Pablo: “no fui rebelde a la visión celestial” (Hechos 26:19). Haga a un lado su cordel de medir, y deje que Dios le tome para encontrarse con su destino. ¡Crea que puede! “¡Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37)!
Oración Padre: En el nombre de Jesús oro para que tu pasión se encienda en mi vida a fin de que pueda caminar en poder y propósito. Oro para que tu visión y tu sueño para mi vida sean claros para mí a fin de que pueda seguirlos. Deseo encontrar mi lugar asignado en la cosecha de tu reino. ¿Cuál es el sueño que has asignado a mi vida? Quiero encontrar y cumplir el destino para el cual tú me creaste. Quiero confiar en ti con una fe completa a fin de poder atravesar cada limitación y tener victoria. ¡Dame la fe para creer que puedo! Amén.
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