El peligro del show espiritual
- Romeo Guevara
- 26 sept 2024
- 5 Min. de lectura
Moisés se encontraba en el desierto, un paisaje árido que se extendía infinitamente, donde la arena se fundía con el horizonte. El sol ardía en lo alto, y las quejas del pueblo resonaban en su mente como un eco constante. La gente estaba sedienta, cansada y ansiosa. Habían recorrido un largo camino, y la promesa de la Tierra Prometida parecía más distante que nunca. En medio de la frustración, un pensamiento cruzó su mente: “¿Por qué hablar con la roca cuando puedo demostrar mi autoridad golpeándola? Después de todo, eso fue lo que hice la última vez”.
Moisés había sido testigo de las maravillas de Dios, pero también conocía bien la presión de liderar a un pueblo que parecía más interesado en murmurar que en confiar. “Golpear la roca será más impresionante”, se decía a sí mismo, convencido de que un acto de fuerza mostraría que aún tenía el control. “Si les muestro que puedo golpear, demostraré que no estoy perdiendo la cordura. Hablar con una roca suena raro; no quiero que piensen que estoy listo para ser despojado de mi liderazgo”.
Mientras avanzaba hacia la roca, la multitud lo miraba con ansiedad, sus rostros marchitos por la sequedad y el calor. Moisés sintió cómo el peso de sus miradas se posaba sobre él, como si estuvieran sopesando cada movimiento que hacía. “Ellos necesitan ver que soy un líder fuerte. Que no soy una sombra de lo que solía ser”, pensó, apretando el bastón con fuerza. El recuerdo de su primer encuentro con Dios en la zarza ardiente resonaba en su mente. Pero ahora, en lugar de hablar con fe, se sentía tentado a recurrir a la acción.
Se acercó a la roca y, con toda la fuerza que pudo reunir, la golpeó. El sonido resonó en el aire, un eco de su frustración, y las primeras gotas de agua comenzaron a brotar. La multitud estalló en vítores, el alivio y la gratitud iluminando sus rostros. Moisés sintió un momento de triunfo, una chispa de satisfacción por haber sacado agua de una roca como si fuera un mago en un escenario. Pero pronto, la sombra de su error lo envolvió.
“Lo hice por ellos”, trató de convencerse. “Lo último que necesitamos es otra rebelión. Ya están lo suficientemente nerviosos por el calor y la sed”. Se sintió tentado a olvidar la manera correcta de actuar, a desestimar lo que realmente se requería de él como líder elegido por Dios. Sin embargo, en el fondo, sabía que había traicionado el mandato divino. Dios le había ordenado que hablara a la roca, no que la golpeara.
En el silencio que siguió al estallido de agua, la voz de Dios resonó en su corazón, reprochándole la falta de confianza y obediencia. “¿Por qué no creíste en mí? Has golpeado la roca, pero a costa de tu credibilidad”. Moisés sintió la punzada de la decepción y el arrepentimiento, no solo por su acción, sino por cómo había dejado que su propia frustración nublara su juicio. La grandeza de su líder había sido empañada por un acto impulsivo.
Mientras el pueblo disfrutaba del agua, Moisés se dio cuenta de que a veces, el deseo de impresionar y controlar puede llevar a un desvío del camino de Dios. En su afán de demostrar fuerza, había perdido de vista la verdadera esencia de su liderazgo: la confianza en Dios y su capacidad para proveer, incluso cuando parecía que todo estaba perdido.
La historia de Moisés golpeando la roca en lugar de hablarle ofrece una poderosa lección aplicable hoy en nuestras vidas personales, profesionales y espirituales. Esta narrativa refleja la lucha interna que todos enfrentamos al elegir entre seguir el camino que Dios nos ha trazado o tomar el asunto en nuestras propias manos, basado en nuestras inseguridades, frustraciones o deseos de control.
Aquí te dejo algunas formas de aplicar esta historia hoy:
Primero creo que es imperante en confiar en el proceso y no en los resultados inmediatos. Moisés ya había golpeado la roca antes, y funcionó. En lugar de obedecer a Dios y hablarle esta vez, confió en su propio método porque le había dado resultados. En nuestra vida diaria, a menudo enfrentamos situaciones en las que queremos solucionar problemas rápidamente o de la forma que ya nos ha funcionado antes, pero eso no siempre es lo que Dios nos pide. La lección es que debemos confiar en el proceso que Dios ha diseñado para nosotros, incluso si parece ineficaz o extraño a nuestros ojos. En nuestras decisiones personales o laborales, en lugar de buscar atajos o soluciones que nos resulten familiares, debemos escuchar con atención lo que Dios nos pide, aunque parezca menos eficiente o popular.
Por otro lado es urgente que entendendamos que la obediencia es màs importante que el espectàculo. Moisés decidió golpear la roca porque parecía una acción más visible, más dramática. A veces, buscamos impresionar a los demás con nuestras acciones, mostrando que somos capaces o fuertes, incluso si eso significa desobedecer a Dios en los detalles. El punto no es solo que Moisés desobedeció, sino que lo hizo porque tenía miedo de parecer débil o ineficaz ante el pueblo. En la vida moderna, podemos caer en el error de buscar validación externa, en lugar de centrarnos en la obediencia a Dios y a lo que Él nos llama a hacer. En nuestras interacciones sociales y profesionales, podemos recordar que obedecer a Dios, aun cuando no parezca impresionante o «grande», es más valioso que buscar la aprobación o admiración de otros.
Una tercera cosa es que la frustraciòn no justifica desobedecer. Moisés estaba claramente frustrado con el pueblo, después de escuchar sus quejas constantes. En nuestra vida, cuando estamos bajo presión o enfrentamos críticas, es fácil dejarnos llevar por la frustración y actuar de forma impulsiva. Sin embargo, esta historia nos enseña que las emociones no deben gobernar nuestras acciones, especialmente cuando se trata de obedecer a Dios. En tiempos de estrés o frustración, debemos hacer una pausa, escuchar la voz de Dios y seguir su dirección, en lugar de dejarnos llevar por el impulso o la reacción emocional del momento.
Por otro lado un cuarta cosa es que El liderazgo requiere humildad y fe . Moisés, como líder, se sintió presionado a demostrar que seguía siendo fuerte y capaz. Muchas veces, los líderes se sienten obligados a actuar de manera espectacular para mantener su autoridad. Sin embargo, el verdadero liderazgo, como el que Dios demanda, requiere humildad para seguir Su dirección, incluso cuando no tiene sentido para otros. Los líderes, tanto en la iglesia como en el trabajo o en la familia, deben recordar que el poder viene de Dios, no de nuestras propias acciones. Ser fieles a Dios, incluso en las pequeñas cosas, es lo que sostiene nuestro liderazgo a largo plazo.
Finalmente el resultado no justifica los medios. Finalmente, aunque Moisés logró que brotara agua de la roca, su desobediencia tuvo consecuencias serias: no pudo entrar en la Tierra Prometida. Esto nos enseña que, aunque las acciones incorrectas puedan dar resultados inmediatos, no significa que estén bendecidas por Dios. Debemos tener cuidado con justificar nuestras acciones porque «funcionan». Dios busca obediencia y confianza, no solo resultados. En la vida diaria, esto significa que no debemos justificar malas decisiones solo porque parecen funcionar. Debemos buscar hacer lo correcto, conforme a los principios de Dios, incluso si el camino es más difícil o los resultados no son inmediatos.
La historia de Moisés nos recuerda que la obediencia, la humildad y la confianza en Dios son fundamentales, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles o desafiantes. En lugar de intentar resolver los problemas con nuestras propias fuerzas o buscando impresionar a otros, debemos seguir fielmente la dirección de Dios, confiando en que Él proveerá de la manera correcta, en Su tiempo.
Anu
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