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En el ocaso dela vida..

  • Foto del escritor: Romeo Guevara
    Romeo Guevara
  • 20 jul 2024
  • 3 Min. de lectura
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En los albores del tiempo, cuando el mundo era joven y el cielo aún se encontraba en sus primeros susurros, vivía un hombre cuyo nombre ha resonado a través de los siglos: Josué. En la vastedad de su historia, hay un episodio singular, casi mitológico, que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y la esencia de la determinación humana. Es la historia del día en que Josué detuvo el sol, un acto que trasciende lo tangible y nos habla de la conexión íntima entre el ser humano y el cosmos.


Imaginemos por un momento aquel instante: el sol, la esfera ardiente que da vida y mide el ritmo de nuestras jornadas, se detuvo en el cielo. El horizonte quedó en suspenso, atrapado en una eternidad momentánea. La luz, que usualmente danzaba en un constante vaivén, se congeló en un instante, como si el tiempo mismo hubiera decidido hacer una pausa. Este evento, registrado en las páginas de la historia como un milagro, no es solo un acto de poder sobrenatural; es un reflejo profundo de la voluntad humana y de las fuerzas que se conjugan cuando el propósito y la fe se encuentran.


Josué, líder del pueblo de Israel, estaba en medio de una batalla crucial. Sus tropas luchaban con valentía, pero el ocaso se acercaba, amenazando con deshacer el esfuerzo y la dedicación de su gente. En ese momento de desesperación, Josué, en un acto de fe descomunal y audaz determinación, pidió al Señor que detuviera el sol. La petición era una mezcla de confianza ciega en lo divino y una comprensión profunda de la necesidad de completar lo que habían empezado. Su clamor no era solo una súplica, sino una declaración de que el tiempo, ese implacable tirano, podía ser desafiado por la fuerza del espíritu.


Al detenerse el sol, el día se alargó, permitiendo a los israelitas culminar la batalla con éxito. Sin embargo, esta historia va más allá de su narración bíblica; nos habla de una lección universal sobre la perseverancia y la posibilidad de trascender nuestras limitaciones. Josué no solo enfrentaba un desafío físico, sino también uno temporal y existencial. Su acción desafió la percepción común del tiempo, demostrando que a veces, el poder de la voluntad y la fe pueden alterar incluso las leyes más fundamentales que creemos inmutables.


En nuestra vida cotidiana, a menudo nos enfrentamos a batallas que parecen interminables. El tiempo, en su incesante marcha, puede parecer nuestro enemigo más temido. Sin embargo, la historia de Josué nos enseña que en los momentos de mayor adversidad, cuando sentimos que el ocaso se aproxima y la noche amenaza con engullirnos, hay una oportunidad para desafiar las convenciones. Nos invita a cuestionar si realmente estamos sujetos a las limitaciones que creemos que nos definen, y si la verdadera fuerza reside en nuestra capacidad de mantener la fe y la determinación.


Así, al contemplar el relato de Josué y el sol detenido, encontramos una alegoría de nuestra propia lucha por el tiempo y la adversidad. Cada uno de nosotros tiene momentos en los que necesitamos que el sol se detenga, aunque sea por un breve instante, para completar nuestros propios desafíos. En esos momentos, podemos recordar que la perseverancia, la fe y la determinación pueden ser tan poderosas como cualquier fuerza natural.


En el ocaso de la vida, cuando los días parecen acortarse y las noches se alargan, la historia de Josué nos recuerda que hay una chispa de eternidad en cada uno de nosotros, capaz de iluminar nuestro camino y extender nuestro horizonte. Quizás no podamos detener el sol en el cielo, pero podemos desafiar nuestras propias limitaciones y encontrar en la fuerza de nuestro espíritu la luz que necesitamos para superar cualquier batalla que enfrentemos.


 
 
 

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